Inmigrante. Qué se siente al Inmigrar?
Acá les comparto algo que alguien subió a un grupo de WhatsApp de la página Cubanos en Uruguay.
No sé quién es su autora (Seguiré buscándola y quien crea saberlo, por favor que nos envíe un mensaje o utilice los comentarios para con todo gusto dejar los créditos a esta persona), por la belleza del alma que transmiten sus palabras, a la vez dolor y decisión de seguir luchando por un futuro mejor para ella y los suyos. Lo que se describe en estas palabras es aplicable tanto a cubanos como venezolanos que tienen que marchar de sus países porque en los nuestros ya no se puede vivir.
Invisibles filas de Emigrantes y/o Inmigrantes, dependiendo del contexto desde el cual se les mire recorren las rutas migratorias del planeta, dictadas siempre hacia países más desarrollados o al menos aquellos que brinden un poco más de seguridad y estabilidad para quien un día decide romper su mundo en pedazos para poco a poco empezar a armarlo en otros lares.
Amigos y amigas acá les dejo algo que escribí para mis niños y para todos los que pasamos por este momento porque la verdad duele mucho:
***Para mis hijos:
Si las ganas de verlos fuesen la moneda con la que pudiese pagar un viaje a mi país, hoy estuviese a su lado, créanme. Pero estos son tiempos duros. Salí de Cuba en busca de un mejor futuro para mí, para ustedes, para todos los que amo pero, aunque aquí vislumbro la esperanza que perdí en mi tierra, el camino es áspero, especialmente en estas fechas.
Los extraño. En una nación en la que me señalan de robarles el trabajo a sus ciudadanos, en la cual a veces temo hablar y que se note mi acento, en la cual mi vida depende de los “permisos para todo y no tengo ningún derecho a nada, me siento flotando, como si yo fuese un avión planeando en el cielo en espera por un permiso para aterrizar que no llega, aún cuando estoy cargada de toneladas de ganas de trabajar. Todos los espacios en este país están ocupados y extraño pertenecer; extraño mi hogar, y mi hogar son ustedes.
Cuando te vas a otro país no sólo dejas lo que te ha pertenecido durante toda la vida, también dejas atrás todos los hábitos, los olores, las texturas, las voces que te han hecho la persona que eres.
Por eso, por mucho que intenté, no me cupo en la maleta el olor que dejan sus cabellos en la almohada, Cuando llego a una casa en la que no me espera nadie, extraño el sonido lejano del televisor aireando las novelas, aquí señalándole a Dios a toda hora que no se olvide de nosotros: mi país lo necesita. Esos pequeños detalles me arrugan el alma…Y yo voy con Dios, pero también me hace falta ir con ustedes los amo, todos los días duelen, pero navidad duele aún más.
Cuando les hablo trato de que no se note demasiado lo mucho que los extraño. Anhelo escuchar a través del teléfono el tintineo de las bambalinas, y qué no diera por vivir la premura de todos en la casa por estar listos antes de las doce. Intento incansablemente experimentar a través de las fotos el contrastante sabor de la aceituna y la pasita en el pan de jamón, e imaginar que abro la nevera y la encuentro repleta de arroz con leche, miro la pantalla del celular como un portal hacia mi país, hacia mi gente, rezo por que sus voces traspasen la pantalla y me haga sentir que estoy allí con ustedes viendo el cielo cruzarse de estrellas que se revientan cuando llega la medianoche.
Trato de ser fuerte aunque me duela. Debo ser fuerte, que esto es por nuestro futuro y el presente?, ¿y los abrazos que me perdí? no pueden aparecer aquí todos, aunque sea sólo por un momento?.
¿Cómo hago para que la llamada del 31 me haga sentir en casa, me acorte la distancia, me haga escuchar las músicas de fondo, el bullicio de la gente?, ¿cuánta distancia debo recorrer arrastrando una maleta a las doce de la noche, para que se me cumpla el deseo de poder trasladar a mis niños a mi hogar, hasta aquí?. Créanme le daría la vuelta entera a este país arrastrando esa maleta si eso fuese posible…
Pero éste es el destino que me tocó vivir. La época que nos tocó atestiguar. La circunstancia que a millones de cubanos nos tocó superar. Si todos los cubanos que estamos hoy fuera de nuestro país pudiésemos volver para comenzar el 2019 en nuestros hogares fuera lindo la verdad. Y sé que para los que no estamos allá, extrañar es un precio bajo… Perder, enterrar, ver morir en la cama de un hospital a alguien que amas, sí que es un precio alto…hasta lo indecible. Y con eso en mente intento decirme a mí misma que he perdido poco, que soy una de las afortunadas…pero, aún así, duele.
Nosotras las madres siempre hablamos de lo valioso que es presenciar los primeros años de vida de nuestros hijos, porque ellos hacen por primera vez todo. Como hija, tiemblo de miedo pidiéndole a Dios que, por ir en busca de un futuro mejor, yo no me esté perdiendo de disfrutar sus añitos, sus navidades, es un pensamiento horrible, lo sé, pero en mi soledad tomo fuerza. Sólo le pido a Dios y a la Virgencita que me acompañen.
Que Dios me haga fuerte…que éste sea un mejor año para todos y que, aunque esté muy lejos, a las doce de la noche cuando suenen las campanas y miren al cielo, piensen en mí…Yo haré lo mismo, y cerraré los ojos y de golpe estaré frente a ustedes correré a sus brazos para llenarlos de besos y gritarles que los amo?”